Durante la campaña por la independencia en América del Sur el General José de San Martín utilizó un sable corvo, que llevó consigo al fin de sus días. En su testamento San Martín dispuso que el sable fuese "entregado al General de la República Argentina, Don Juan Manuel de Rosas, por la firmeza con que ha sostenido el honor de la república contra las injustas pretensiones de los extranjeros que pretendían humillarla". Luego de la muerte de Rosas, su familia decidió donarlo al Museo Histórico Nacional. Su hija, Manuela Rosas, escribió: “se ha decidido en donar a la Nación Argentina este monumento de gloria para ella, reconociendo que el verdadero hogar del sable del Libertador, debiera ser en el seno del país que libertó".
El Museo cuenta en su colección con una réplica exacta del sable corvo, que se encuentra en exposición permanente en el Palacio San Martín. El ejemplar fue construido en el Batallón de Arsenales 601 “Sargento Mayor Estaban de Luca”, según el proceso de fabricación N° 47/65, que involucra a los talleres de fundición, metal y armería.
