El canciller Héctor Timerman cerró este mediodía el seminario “La Argentina: Perspectivas Económicas y Políticas” que se desarrolló hoy el Alvear Palace Hotel y fue organizado, por séptimo año consecutivo, por la Cámara Argentina de Comercio junto con el Americas Society Council of the Americas.
A continuación, se transcribe el discurso completo del canciller Héctor Timerman.
“Muy buenos días: autoridades del Council of the Americas, autoridades de la Cámara de Comercio, funcionarios, empresarios, señoras y señores.
Desde que asumió el poder en 2003 el gobierno democrático que hoy lidera la Sra. Presidenta Cristina Fernández de Kirchner, las orientaciones de la política exterior argentina reflejan el propósito central de la acción gubernamental: mejorar la calidad de vida de todos los argentinos.
La preocupación indiscutiblemente puesta de manifiesto en todos estos años en nuestro país en favor del empleo, de los derechos humanos, de la salud, de la inclusión social, la promoción de la ciencia y la producción nacionales tienen un correlato directo con las acciones que la Argentina desarrolla en el plano externo: luchamos por un mundo que premie el trabajo en lugar de la especulación, por reglas comerciales y financieras más justas y equitativas, por la cooperación y entendimiento entre los Estados, por la defensa de la democracia y los derechos humanos.
Es por ello que la Argentina puede legítimamente sentirse orgullosa de las contribuciones reales que realiza a nivel global y que la llevan a participar decididamente en los temas de mayor relevancia de la agenda internacional actual: Nuestras posturas son claras en defensa de la convivencia democrática, contra el uso de la violencia como manera de imponer las ideas, por el fortalecimiento de los derechos humanos, la no proliferación, la búsqueda de condiciones justas de acceso a mercados y la reformulación de los organismos financieros de alcance mundial.
Naturalmente, dados nuestros intereses e insoslayables vínculos de hermandad, nuestras acciones son más visibles a nivel regional, donde emprendemos constantes iniciativas tendientes a consolidar la democracia y asegurar que Latinoamérica continúe siendo una zona de paz y estabilidad con economías integradas entre sí. Todo ello con el objetivo claro de alcanzar un desarrollo sustentable con inclusión social.
Creemos firmemente en nuestra condición de interlocutor “confiable” en la región, producto de que mantenemos una decidida disposición para impulsar el diálogo, buscando consensos y con un alto compromiso y genuina preocupación por los temas regionales.
Con respecto a UNASUR, creo importante remarcar el valor que le otorgamos como una instancia regional de negociación con capacidad para resolver problemas políticos entre nuestras naciones, donde la Argentina tiene peso específico diferenciado como articulador entre bloques, además de la responsabilidad institucional al ejercer la Secretaría General.
Nuestro compromiso global y hemisférico de respeto y promoción del multilateralismo como herramienta para discutir y resolver colectivamente los principales problemas internacionales, queda también demostrado en la constante participación argentina en Operaciones de Mantenimiento de la Paz de las Naciones Unidas, que se ha trasformado en una verdadera política de Estado. Esta política nos ha permitido mantener y ampliar, por ejemplo, nuestro compromiso en Haití, ayudando a la recuperación de ese castigado país en una misión que cuenta con la destacada impronta regional.
Este decidido involucramiento en nuestro continente nos lleva a continuar promoviendo los procesos de integración en donde todos los miembros obtengan beneficios y reafirmar el valor de una estrategia coordinada con los socios del MERCOSUR, coherente con el desarrollo económico-social de todas las naciones.
De manera simultánea con las acciones que mencioné, el gobierno argentino, a través de la Cancillería, impulsa decididamente desde hace varios años la estrategia de abrir y consolidar los mercados externos y promover la exportación de nuestros productos.
En esta línea, prevemos para 2010 realizar alrededor de 1200 acciones de promoción en los cinco continentes. Es que la Argentina es y se considera un actor comercial de intereses globales, como lo demuestra el hecho de que los principales destinos de nuestras ventas han sido el MERCOSUR, la región Asia-Pacífico, la Unión Europea y el NAFTA.
Los resultados de nuestro trabajo creemos que son exitosos: durante el primer semestre de este año, las exportaciones argentinas totales resultaron 18% superiores al nivel observado en el mismo período de 2009, mientras que el ritmo de crecimiento de las ventas externas de manufacturas industriales prácticamente duplicó esa tasa promedio.
A pesar del retroceso en 2009, donde las exportaciones totales alcanzaron 56.000 millones de dólares por efecto de la crisis internacional, destaco en particular el desempeño de las exportaciones de las manufacturas industriales, que tuvieron un ritmo de crecimiento muy superior al observado en la década del noventa y un crecimiento mayor al promedio de las exportaciones argentinas.
Es claro que nos encontramos hoy más integrados al mundo. En promedio, las exportaciones han representado casi el 23% del PIB en la presente década, frente a un promedio de 9% en la década pasada.
El extraordinario esfuerzo llevado a cabo por nuestro país en el último decenio nos permitió enfrentar la crisis global desatada en 2008 con un respaldo desconocido en oportunidades anteriores. Por eso defendemos nuestras políticas y nuestras convicciones a pesar de las turbulencias globales.
Las políticas basadas en el superávit presupuestario, el tipo de cambio competitivo, el papel de un Estado responsable en la economía y una batería de medidas en el ámbito social, han permitido a la Argentina superar airosa esa coyuntura que no ha sido benigna en otras latitudes. Tanto nuestro país, como la comunidad latinoamericana y los miembros del G-20 en general, enfrentamos hoy importantes desafíos de características político-económicas que debemos resolver en conjunto.
Para lograr mejores sociedades para nuestros pueblos necesitamos consolidar un crecimiento fuerte, sustentable y equilibrado, que sólo se alcanzará desarticulando al menos una parte de la red de intereses mezquinos que tradicionalmente han impedido el logro de esos objetivos. Entre las cuestiones que debemos abordar se encuentran el acotamiento del accionar de los fondos buitres, la regulación de las agencias calificadoras de riesgos y la limitación máxima del secreto bancario y los paraísos fiscales, todas cuestiones que generan situaciones altamente inequitativas a nivel internacional.
Señoras y señores, permítanme referirme brevemente a estos tres temas que consideramos de suma importancia.
Respecto a los fondos buitres me permito reflexionar que luego de la reciente y exitosa reestructuración de la deuda argentina, que contó con un 92% de aceptación, son centralmente esos fondos los que no han aceptado los términos propuestos, sencillamente porque su estrategia es judicial. Apuestan a que sus embargos dificulten nuevas emisiones y así, por cansancio y al final de un largo proceso de acoso, puedan cobrar el valor original de los mismos títulos de deuda que compraron a precio de default.
Además de perjuicios directos a los países en desarrollo se producen situaciones inequitativas para los inversores, originadas en la falta de disciplinas multilaterales y nacionales sobre el comportamiento de estos fondos.
Algunos inversores no calificados pierden dinero, mientras los fondos usurarios, que a última hora buscan negociar debajo de la mesa, obtienen ganancias de tres dígitos. Así actuó por ejemplo el Fondo Elliot en la reestructuración de la deuda del Perú, y el fondo de la familia Dart en la reestructuración de deuda de Brasil, ambos en la década del noventa.
El rediseño de la arquitectura financiera internacional debe tomar este tema como una prioridad. Terminar con la especulación desmesurada y favorecer la canalización de ahorros a la producción es esencial para la recuperación económica mundial y para reducir las desigualdades y superar el subdesarrollo.
En segundo lugar, respecto a las agencias calificadoras de riesgo, está claro que existe una particular situación de injusticia cuando las calificaciones depende de si se les paga o no se paga honorarios. Esto se podría corregir, por ejemplo, a través de agencias calificadoras neutrales financiadas con un impuesto a las emisiones de deuda, tal como sugirió el “Informe Stiglitz” al Presidente de la Asamblea General de las Naciones Unidas.
En particular se debe atender el caso de la calificación de deuda soberana que emiten los países. ¿Cuál es la utilidad de esos ratings que sufren correcciones violentas y frecuentes, poniendo en evidencia que se basan en percepciones subjetivas de riesgo provenientes del mercado? ¿Cuál es la responsabilidad de las agencias calificadoras cuando inciden en el costo que asumen los países al contraer esa deuda? En uno u otro caso, lo cierto es que deberían ser penalizadas cuando se equivocan.
Las agencias calificadoras deben transparentar su metodología, particularmente en el caso de deuda soberana, para asegurarnos de que se incluyan mayoritariamente indicadores objetivos y verificables. Pero quizás el punto de mayor importancia se refiere al secreto bancario y a los paraísos fiscales.
Los líderes del G20 proclamaron el fin de la era del secreto bancario en la Cumbre de Londres, pero los desafíos para instrumentar esta proclama son enormes. Por supuesto que hacen falta acuerdos bilaterales y obligatorios sobre intercambio de información entre agencias fiscales, pero sobre todo debemos construir normas de derecho internacional que sancionen a las jurisdicciones no cooperativas.
El secreto bancario y los paraísos fiscales promueven la fuga de capitales, el lavado de dinero proveniente de actividades ilícitas y la evasión impositiva. Conspiran así contra el buen gobierno y entorpecen la lucha contra la corrupción.
A modo de conclusión destaco la evidencia de que las sanas políticas de cada país en particular, con pleno respeto a las reglas democráticas y republicanas, son necesarias pero no suficientes para hacer frente a situaciones que requieren de una consideración de toda la comunidad internacional. Estoy convencido de que la Argentina marcha en la dirección correcta. Está desempeñando un papel relevante a nivel internacional y regional y realizando una buena gestión económica interna orientada a la inclusión social, en pleno respeto a los dictados de nuestra carta fundamental.
Pero la buena gestión que realiza no funciona de manera aislada. Los países que impulsamos importantes reformas estructurales, creemos en la cooperación internacional para la solución de las cuestiones de orden global planteadas. Urge salir de ese mundo especulativo que tanto daño económico y social ha causado y dirigirnos a una sociedad global basada en el esfuerzo, el trabajo y la equidad. Muchas gracias”