Colegas del Gabinete Nacional, hermanos y hermanas de América Latina:
Cada vez que puedo suelo señalar que a nosotros nos ha tocado en suerte ser testigos de la era de la integración latinoamericana, estoy convencido de que así se recordarán los comienzos de este siglo.
Hoy almorcé con el Canciller Choquehuanca y repasamos la agenda bilateral que nos une con Bolivia; mañana viajo a Chile para recordar otro aniversario de la cláusula democrática en el ámbito de la OEA; anteayer nos juntamos en Quito ambas cancillerías en una jornada de trabajo; el lunes la Presidenta cruzó en tren el río Uruguay donde en la estación la esperaba el Presidente Pepe Mujica; hace unos días en Buenos Aires, los cancilleres de América Latina recibimos a nuestros colegas de Asia del Este para presentarles el enorme porvenir que nos espera si trabajamos asociados. En fin, todo esto en un lapso de una decena de días, los ejemplos son inagotables.
Pero esta noche quería venir especialmente porque ante tantas reuniones y cumbres el ciudadano de a pié se pregunta justificadamente: ¿Para qué? Es que todo lo que los servidores públicos emprendemos tiene que tener como fin la devolución a nuestra gente. Y es en este punto donde quiero detenerme, porque cada vez más el término “nuestra gente” no se agota en los ciudadanos de cada uno de nuestros países por separado, sino que cada vez más alcanza a América Latina toda, unida, ya no únicamente en la letra de maravillosas canciones sino también en la permanente construcción de la integración productiva.
Por ello, es para mi una gran satisfacción tener el honor de abrir este Desfile de Emprendedores de nuestra región, de sus trabajos textiles, en el marco del Primer Encuentro Latinoamericano de Tejido Artesanal “Tejiendo la Patria Grande”.
Deseo felicitar al Ministerio de Desarrollo Social por tan magnífica iniciativa, al Ministerio de Turismo y a la Secretaría de Cultura por su valiosa contribución. Quiero, especialmente, agradecer calurosamente a las delegaciones presentes por haber respondido con tanto entusiasmo a la invitación a enriquecer este encuentro con su presencia.
Pocas actividades humanas poseen una carga tan significativa y simbólica como la palabra tejido. El tejido está presente desde los inicios en todas las culturas y ha acompañado al hombre a lo largo de su vida vistiendo sus etapas más trascendentes, desde el ajuar del recién nacido y de la joven novia que se casa hasta en las ceremonias funerarias.
Es sabido que la industria del tejido había sufrido una notable baja en la labor artesanal años atrás y ahora la vamos viendo resurgir en Latinoamérica como área de expresión cultural tradicional aunque renovada, rescatando y preservando las tradiciones que se estaban perdiendo de la mano de la necesaria compensación económica que el trabajo merece.
El que estemos aquí hoy frente a un desfile de estas piezas, uniendo tradición, cultura y moda, es un ejemplo claro de lo que estamos hablando. En las expresiones populares y folclóricas descansan gran parte de la personalidad de un pueblo. En un mundo de creciente globalización y dinamismo, la tradición representa la raíz que nos permite estabilizarnos para abrirnos a las demás culturas y reconocernos hermanos en nuestras diferentes costumbres.
Redescubramos entonces el alma de nuestra Latinoamericana a través de estas magníficas muestras de tejido artesanal, producto de largas tradiciones en las cuales los pueblos de América escribieron su historia. Sus penas, alegrías, anhelos y creencias estuvieron reflejadas en el tejido característico de cada región.
Dentro de este claro sentido de integración se pretenden difundir las experiencias y las estrategias de promoción de la Economía Social, el Comercio Justo, el Consumo Responsable, resaltando la importancia del trabajo asociativo: la construcción colectiva, la participación ciudadana, la equidad, la justicia social y el desarrollo sustentable.
Este Primer Encuentro de Artesanos tiene resonancia de tejido y es consecuencia auspiciosa de los nuevos y laboriosos tiempos que caminamos juntos en la búsqueda y consolidación de una unidad americana que siempre existió en lo espiritual, social, cultural, y que tuvo y tiene sus manifestaciones políticas y económicas. Aunque aún queda mucho por hacer, debemos persistir en la certeza que unidad y pluralidad no son conceptos opuestos sino complementarios.
A un mundo donde la intolerancia a lo diferente ha cobrado una dimensión preocupante le debemos oponer la construcción en la tolerancia, la unidad en la diversidad, entendiendo que la diversidad está en la base de la riqueza cultural y social de los pueblos.
Muchas gracias
Héctor Timerman
Canciller argentino