Es un honor participar de la apertura del “IX Foro MOST UNESCO de Ministras, Ministros y Altas Autoridades de Desarrollo Social de América Latina” y del “Encuentro Internacional de Políticas Públicas de Juventud y Equidad de Género” y darle la bienvenida a los ministros de desarrollo social y responsables de políticas de juventud y género presentes.
El que ambos eventos, focalizados en políticas sociales, se estén celebrando en la sede de la Cancillería Argentina no es una casualidad protocolar. Refleja, por el contrario, una profunda convicción en que la política exterior debe ser concebida como proyección natural de la política nacional.
Es en ese espíritu que la Argentina participa activamente en el Programa de Gestión de las Transformaciones Sociales de la UNESCO, donde nos enorgullece que la Ministra Alicia Kirchner desempeñe la Presidencia de su Consejo Intergubernamental.
Foros como éste, que permiten el intercambio de visiones, experiencias y reflexiones, son necesarios porque el desafío de lograr para nuestros pueblos crecimiento económico con inclusión social exige un accionar coordinado entre nuestras naciones. Nuestro gobierno entiende el desarrollo nacional como un componente del desarrollo regional, hemos aprendido que es directamente impracticable concebir avances de un lado de la frontera sin el trabajo coordinado con los países que nos rodean.
No huelga recordar, que cuando hace cinco años el clima de crisis se instaló en la escena internacional, los peores pronósticos se vaticinaban para los países emergentes, aún sin haber tenido responsabilidad en la génesis de la crisis. Así, se destinaba de antemano a los países en desarrollo una espiral interminable de crisis. No sucedió, y fue precisamente el mundo en desarrollo el que motorizó la actividad económica global.
Así como las pasadas crisis financieras no surgieron en el vacío sino que fueron resultado de decisiones políticas que privilegiaron intereses cobijados por la pretendida neutralidad del mercado, el haber logrado exitosamente dejar atrás una historia de crisis en la Argentina fue la derivación lógica de la adopción de políticas macroeconómicas articuladas con políticas sociales y laborales. El crecimiento económico que propiciamos es aquel que viene acompañado de la creación de puestos de trabajo decente y un acceso más equitativo a las oportunidades.
Ese camino que empezamos a construir hace diez años hacia una sociedad más igualitaria, más justa y más inclusiva es el mismo que transitamos cuando elegimos priorizar nuestro compromiso en una integración profunda con los países de América Latina y el Caribe, y un afianzamiento de los vínculos con los países de África y Asia basado en la convicción que es posible construir prosperidad para nuestros pueblos.
Como señaló nuestra Presidenta, al decir: “no creemos en las recetas mágicas. Creemos en las virtudes del multilateralismo, en el poder la solidaridad y en el valor de la determinación para honrar nuestros compromisos. Creemos en el efecto sanador de las políticas públicas dirigidas al beneficio de los habitantes de nuestros países.”
Es un objetivo de largo aliento, en el que avanzamos día a día, y que se construye a partir de políticas públicas activas, políticas que aspiran a que todos y todas puedan acceder en igualdad de oportunidades a un desarrollo pleno e integrarse activamente en una sociedad más equitativa. No nos equivocamos al sostener que la equidad es el principal integrador de una sociedad, así como la injusticia social es un factor determinante en la generación de divisiones, violencia e inseguridad.
Quiero destacar que los dos ejes elegidos para el encuentro, juventud y equidad de género reflejan el cambio de paradigma que alentamos, que, como dije, tiene a la inclusión como eje de la transformación social. Trabajamos para que cada uno sea protagonista de su propia historia como sujeto pleno de derechos y no como objetos pasivos de beneficios o tutelaje; donde cada uno participe con voz activa en la expresión de sus preocupaciones y en el diseño de las soluciones y donde sus opiniones gocen del respeto que merecen para garantizar su desarrollo personal con autonomía, independencia, sentido de pertenencia y solidaridad social.
Habiendo sufrido la mutilación de una generación durante la última dictadura militar y habiendo sufrido luego, como sector vulnerable, el costo social de las políticas neoliberales de los 90, hoy luego de una década en que se prestó especial atención a la juventud como grupo con enorme potencial transformador de los escenarios sociales, resulta gratificante constatar la visibilización de los jóvenes y sus derechos y, en particular, su reincorporación a la política.
Gracias al incansable trabajo del Ministerio de Acción Social en los últimos diez años la Argentina ha arraigado legislativamente programas que en mi juventud formaban parte de la utopía. Se sancionaron leyes como la de Prevención y Sanción de la Trata de Personas y Asistencia a sus Víctimas; la de Protección Integral a las Mujeres contra la violencia; la de Prohibición del Trabajo Infantil y Protección del Trabajo Adolescente; la ley de Identidad de Género; la de Matrimonio Igualitario; la creación del Consejo Federal de la Juventud y la ley del derecho al voto desde los 16 años entre los principales ejemplos.
El Estado argentino creó las condiciones necesarias para el ejercicio real y efectivo de los derechos de todos y todas a través de la construcción de estrategias transversales de promoción y fortalecimiento de la autonomía de las mujeres y la igualdad de género.
Por nuestra parte, desde la Cancillería, logramos que la Argentina integre el grupo de países que lidera las posiciones más progresistas tanto en materia de género como de juventud. Así, lo hace por ejemplo en la Reunión de Ministras y Altas Autoridades de la Mujer del MERCOSUR, en la Conferencia Regional sobre la Mujer de América Latina y el Caribe, en las Conferencias Mundiales sobre la Mujer y en la Conferencia Internacional de Población y Desarrollo.
Dejando de lado mi ropaje de Ministro, permítanme dos palabras como ciudadano apasionado por la realidad nacional y global. Cuando analizo una política determinada, intento siempre hacerlo desde un lugar que me permita observar y considerar de donde venimos, a donde llegamos y a donde vamos.
Los invito entonces a recordar en donde estábamos al principio de este nuevo siglo, lo que logramos y lo que nos queda por hacer. Estoy convencido de que vamos por el buen camino.
Rindo homenaje a vuestro trabajo y compromiso para lograr un mundo más justo.
Muchas gracias.