Permitanme ante todo, darles la bienvenida formal a esta Reunión Extraordinaria de Cancilleres del Grupo de Río en este privilegiado marco que nos ofrece la ciudad de San Carlos de Bariloche.
En nombre del gobierno y del pueblo de la República Argentina, quiero agradecer la presencia de todos los cancilleres y jefes de delegación aquí reunidos, así como la de los invitados especiales que nos honran con su visita: señor Secretario General de la OEA, Dr. José Miguel Insulza y señor Representante Especial de la Secretaría General de la ONU para Haití, embajador Juan Gabriel Valdés.
Deseo aprovechar la oportunidad que se me brinda como anfitrión de este encuentro, para exponer nuestra visión acerca de los principales desafíos que se nos plantean en el marco del desarrollo regional, a partir de los valores fundamentales que sostiene desde hace casi dos décadas este foro de diálogo y concertación política de dimensiones continentales.
El Grupo de Río es una de las instancias multilaterales de mayor tradición en la promoción y defensa de la democracia. Desde su creación ha ido creciendo en su capacidad de representación cualitativa y cuantitativamente.
Cualitativamente, porque ha sabido actualizar sus objetivos a las nuevas circunstancias políticas de la región.
Desde su nacimiento actuó en pos de la pacificación y la democratización de la región y actuó firmemente ante las amenazas de golpes de estado militares, entonces habituales.
Actualmente, participa en la solución de las crisis de gobernabilidad democráticas que desgraciadamente padece América Latina.
Por otra parte, ha sabido pasar de la promoción de la paz y la seguridad bajo las circunstancias de la guerra fría, a enfrentar los desafios que plantean las nuevas amenazas provenientes de los diversos tráficos ilícitos y del terrorismo.
Como resultado de estas acciones y de la más difundida convicción sobre los valores democráticos, se han realizado importantes avances en materia de promoción y resguardo de los derechos humanos.
Por otra parte, el avance cuantitativo del grupo, está dado por el aumento de su membresía que hoy abarca toda América Latina y que se enriquece con la participación del Caribe.
Es de destacar que su eficacia está directamente relacionada con su identidad: "propiciar soluciones propias a los problemas y conflictos que afectan la región" es el lema que lo caracteriza y le da el valor estratégico que posee.
El sentido de esa frase que seguramente se inspiró en la exitosa gestión de los grupos Contadora y de Apoyo a Contadora que dieron origen al Grupo de Río, es el mismo que se tiene en cuenta para que el caso de Haití sea un punto fundamental en la agenda de este foro.
La participación de varios de nuestros países en la misión de las Naciones Unidas, está basada en la solidaridad y en la convicción de que la cooperación mutua es fundamental en el fortalecimiento de las instituciones democráticas por incipientes o débiles que sean.
El Grupo de Río sigue con especial atención el camino de pacificación y estabilización que lleva adelante Haití, con un horizonte próximo de elecciones libres y transparentes.
Sin llegar a la situación extrema por la que atraviesa Haití, el Grupo de Río tiene como objeto de su preocupación una Latinoamérica paradojal.
Por un lado, en términos de la vigencia de la democracia y de los derechos políticos y civiles, nuestra región ha avanzado notablemente en las últimas dos décadas. Pero, al mismo tiempo, América Latina se ha transformado en el área que alberga los mayores niveles de desigualdad del mundo, incumpliéndose en su territorio derechos sociales básicos.
Esto último es una de las causas directas de las crisis de gobernabilidad que, aunque en general son resueltas constitucionalmente, provocan graves costos institucionales, económicos y, desgraciadamente en muchos casos, de vidas humanas.
Luego de haber padecido guerras civiles, autoritarismos y dictaduras, podemos decir que en América Latina no habrá marcha atrás respecto de las conquistas democráticas.
Hemos padecido la violencia del Estado, hemos soportado la intolerancia, y más recientemente, muchos de nuestros países han sufrido un modelo económico que excluyó socialmente a millones de compatriotas, y sin derechos sociales - que son derechos humanos básicos- es muy difícil ejercer los derechos civiles y políticos.
Por esto último es que la vinculación entre crecimiento económico y equidad, es una preocupación que atraviesa a todos nuestros países.
Desde esta perspectiva es que la Argentina ha propuesto para la IV Cumbre de las Américas -que se realizará en noviembre en Mar del Plata- el lema "crear trabajo para enfrentar la pobreza y fortalecer la gobernabilidad democrática".
Y este lema -aprobado por todos los países de la cumbre- surge porque hemos aprendido muchas cosas en los últimos tiempos, pero quiero referirme a dos de ellas que están directamente ligadas y que creo que compartimos: con el crecimiento económico, por alto que sea, no alcanza; y con el asistencialismo, por mucho que sea, no basta.
Por eso planteamos el tema de la creación de empleo como una de las formas más idóneas y legítimas para alcanzar la cohesión social y la realización personal.
El crecimiento económico de un país, como el que firmemente está atravesando la Argentina, es una condición imprescindible, pero no sirve si va a ser disfrutado por unos pocos.
Por eso hablamos de distribución del ingreso y por eso sostenemos que el trabajo es el vehículo de esa distribución. Por supuesto, no cualquier trabajo, sino el trabajo en condiciones formales y decentes.
Pero no se trata de voluntarismo político. América Latina está generando las condiciones de estabilidad y confianza que favorecen la economía productiva sobre la base de la recuperación de la capacidad de decisión nacional en materia de política económica.
Ejemplo de ello es la Argentina que ha salido de la situación de default en que se encontraba desde fines del año 2001, cuando se produjo el derrumbe del modelo de los años 90 que conllevó a una situación social insostenible.
Nuestra región se encuentra actualmente en la tarea de consolidar el crecimiento para transformarlo en desarrollo, asegurando un claro mejoramiento social.
Estamos convencidos de la importancia de consolidar el orden de las cuentas públicas mejorando la calidad del gasto y de los recursos existentes.
Estamos compenetrados con la construcción de un círculo virtuoso de mayor ahorro, mayor inversión, mayor empleo, mayor productividad, más consumo, más y mejores exportaciones y, en definitiva, un sendero de crecimiento más alto y estable.
La capacidad y firmeza de nuestros gobiernos es fundamental para alcanzar esos objetivos, pero el contexto internacional incide de modo determinante.
Es por ello que debemos evaluar el impacto en el empleo de los acuerdos de integración comercial a nivel hemisférico o regional, así como en las negociaciones con los organismos multilaterales de crédito, de modo que las políticas instrumentadas minimicen las consecuencias adversas sobre los trabajadores.
Por los mismos motivos es que estamos realizando solidariamente, importantes gestiones a nivel global en pro de la disminución de los subsidios y barreras que ponen trabas al comercio, especialmente de nuestros sectores agrícolas, reafirmando el compromiso con la agenda de la ronda de Doha de la OMC.
Sólo bajo la percepción de que los problemas derivados de la pobreza no se solucionan desde la política asistencial sino desde la formulación de un conjunto coherente de políticas públicas que garanticen una real igualdad de oportunidades y promuevan la movilidad social ascendente, podremos emprender eficazmente el desafío de construir sociedades más justas, democráticas y seguras.
Somos también conscientes de que ninguna de las medidas que auspiciamos será factible y duradera si no creamos las condiciones para incrementar la calidad institucional y asegurar una mayor transparencia y participación en los procesos de toma de decisiones públicas.
Por ello es que no podemos tolerar que subsistan en nuestras sociedades ámbitos de corrupción e impunidad con los que desgraciadamente y con razón, muchas veces se identifica a América Latina.
Sólo la garantía de que la lucha contra estos flagelos será implacable podrá fortalecer a las instituciones y acercar la gestión pública al ciudadano, reconciliando a la sociedad con la política.
Cuando se dice que nuestras democracias son incompletas, es por muchos de los motivos analizados aquí, pero además, porque nuestros sistemas suelen fallar en un aspecto fundamental que es el de la rendición de cuentas.
Pero no son sólo los malos políticos los que no rinden cuentas, ni son solo ellos los únicos responsables de las crisis que han atravesado muchos de nuestros países, especialmente la Argentina.
Un ejemplo de esto es la responsabilidad de los organismos de crédito internacional - cuyo paradigma es el FMI- en cuanto a la asunción y el costo de sus fracasos.
Este tipo de organismos - tributarios de estados democráticos- deberían incorporar la rendición de cuentas ante las políticas promovidas y sus consecuencias, que pueden medirse en términos de vidas humanas.
Es un avance que la comunidad internacional destaque la responsabilidad de cada país respecto de su propio desarrollo económico, social e institucional, pero también que haya reconocido el vínculo existente entre las situaciones nacionales y el sistema económico mundial.
Los obstáculos proteccionistas de las naciones más desarrolladas que nos impiden una mayor generación de riqueza a través del intercambio comercial; el peso del endeudamiento externo; el diseño de la arquitectura financiera internacional y el papel de los organismos multilaterales de crédito, erosionan la capacidad de los gobiernos democráticos para dar respuesta a los legítimos reclamos de la sociedad.
Por eso nuestro compromiso con la integración regional debe ser entendido como una opción estratégica para fortalecer la inserción de nuestros países en el mundo y lograr mayores niveles de consenso con los bloques y estados más desarrollados.
Por esa misma razón, consideramos prioritario establecer acuerdos progresivos pero firmes, que reconozcan la diversidad y favorezcan claramente la obtención de beneficios mutuos.
Los problemas regionales demandan soluciones integrales, solidarias y co-responsables. El Grupo de Río, por su experiencia y por su identidad basada en valores, viene asumiendo los desafíos que presenta la construcción de la democracia con decisión y amplitud intelectual.
A esto suma su capacidad como generador de consensos y plataforma de diálogo político.
Los países que lo integramos formamos parte de una América Latina asentada en el respeto del derecho internacional y en la estricta observancia de las normas y de los tratados, animada por los principios y valores plasmados en la declaración del milenio.
La agenda de nuestra reunión presenta contenidos ambiciosos. Cada paso adelante que logremos en ella nos acerca a la transformación americana por la que trabajamos día a día: la que nos lleva al bienestar, la paz y la libertad de nuestros pueblos.
Muchas gracias.