
El nuevo orden económico y social que presidió el cambio de siglo replanteó el rol de los medios y sus dispositivos tecnológicos. Creó poderosas herramientas de representación que instalaron un falso sentido de modernidad para producir nuevos mapas de exclusión y sometimiento. Gigantescas operaciones económicas transnacionales con base en Estados Unidos y fuertes repercusiones en nuestro país modelaron un nuevo mapa del poder y de los imaginarios sociales. La fascinación del horror en las pantallas y la sensación de inseguridad intentan conducir ahora la escena social.
Los nuevos procesos de autonomía e inclusión social de América Latina, y especialmente en la Argentina de los últimos años, han sido negados desde ese dispositivo que ha pretendido conducir la política desde discursos e intereses cuya matriz remite al Consenso de Washignton y las empresas privatizadas de los 90.
Las históricas resistencias sociales y de los trabajadores de la comunicación mantuvieron encendida una esperanza y coincidieron con una trascendente decisión política: interpelar al discurso hegemónico y a los intereses corporativos de la concentración mediática. la importancia de esa decisión tomada por la Argentina a partir de 2008, en el marco de una movilización nacional por la democratización de la comunicación, abre camino para poner fin a la tutela ideológica de la dictadura y del neoliberalismo sobre los dispositivos productores de opinión en democracia.
Este trabajo pretende dar cuenta de esos procesos, cuya trama propone el desafío de resignar el rol de los medios y de las nuevas tecnologías. En ese camino, la política y la sociedad disputan el ejercicio pleno de la soberanía sobre las palabras, las imágenes y las narraciones del propio destino en el nuevo escenario de la comunicación.