Mi primer deseo, en una fecha tan significativa para esta "casa", es hacerles llegar el saludo del señor Presidente de la Nación y el mío a todos ustedes y sus familias por un año más de esfuerzo, patriotismo y responsabilidad en el trabajo.
Esta ocasión puede también ser propicia para reflexionar brevemente sobre nuestra diplomacia a la luz de la realidad argentina y de la coyuntura internacional. Me atrevo a hacerlo porque estoy seguro, que expresare coincidencias que reflejan nuestras aspiraciones más caras y legitimas. Quisiera subrayar que hablo con el cuidado de quien viene descubriendo día tras día el extraordinario instrumento que representa la Cancillería para llevar a cabo intereses fundamentales de nuestra nación y de nuestro pueblo. Un instrumento único que deseo fervientemente preservar y promover.
En el tiempo que llevo compartiendo mi responsabilidad con ustedes he advertido las dificultades que enfrentamos para instrumentar nuestra política exterior. Dificultades -escasez de recursos, por ejemplo- hubo y habrá siempre. Todos lo sabemos y además, la difícil situación internacional que parece un desafío inmenso.
Sin embargo, estoy seguro que los que hoy son embajadores y ministros recordaran tiempos similares o mucho peores. Recordaran la guerra fría y las intolerancias ideológicas, recordaran las grandezas y caídas de nuestra historia y la manera injusta como esas circunstancias afectaban la moral del Servicio Exterior. Tragedias internas y guerras externas. Llegaron a conmover, estoy seguro, la base misma del espíritu y las convicciones que sustancian vuestra carrera. Todo eso ha sido superado. Permanece en el recuerdo sólo para que nos ayude a delinear un futuro claramente opuesto a esas tremendas experiencias.
Hoy, felizmente, tenemos una República consolidada y orientada hacia todo el mundo. Además, a pesar de las dificultades, tenemos -lo subrayo- un país que sabe y puede mantener su lugar de relieve en el continente y en el mundo. Un país consciente que, a través de su diplomacia, tiene una misión noble que cumplir.
En las últimas semanas hemos visto ejemplos de ello. Vengo de Cancún y de las Naciones Unidas. En Cancún, no sólo hemos preservado nuestros intereses, sino que también hemos creado un núcleo de países a partir de América Latina con otras regiones que comparten nuestra visión sobre el comercio internacional, los subsidios y el acceso a los mercados. Lo hemos hecho en alianza con Brasil, Bolivia, Chile, Colombia, Costa Rica, Cuba, México, Perú y Venezuela (esperamos a Uruguay). América Latina realmente unida, como corresponde, y no fragmentada. Negociaremos y discutiremos con los países desarrollados desde la amistad sin olvidar que nos unen -más allá de la coyuntura- valores trascendentes respecto de los cuales no somos neutrales.
El mensaje del Presidente Néstor Kirchner en las Naciones Unidas nos fijó algunos aspectos centrales para una agenda diplomática práctica y concreta: relación entre comercio, crecimiento y seguridad; nuevo paradigma para los organismos financieros con miras a enfatizar el crecimiento; activa participación en los organismos de seguridad internacional; defensa de los derechos humanos; lucha contra el terrorismo; así como también nuestras indeseables responsabilidades territoriales, las islas Malvinas y la Antártida, entre otras.
Debo decir que, al igual que de mi primer gira europea, regreso de Naciones Unidas con la percepción y la valoración que merecen las contribuciones argentinas. Debemos sentir orgullo por esa tradición que heredamos de diplomáticos que desde el nacimiento de la organización hicieron práctica de la democracia, la transparencia, la solidaridad y el accionar generoso hacia los países menos favorecidos. Los invito a que sigamos generando iniciativas en todos los campos y en todos los foros. No dejemos nicho sin explorar. La dimensión argentina y su gravitación hace que, mas que una opción, estas actitudes constituyan un deber.
Nuestro papel en los mas graves problemas que afectan hoy al mundo es igualmente significativo. Justamente, el viernes pasado clausuro la reunión del Régimen de Control de Tecnología Misilística, bajo presidencia argentina. En estos mismos salones del palacio San Martín. Ese grupo esta integrado por los principales países del mundo -entre ellos Argentina y Brasil- y tiene como objetivo evitar la proliferación de armas de destrucción masiva. Es decir, a pesar de la escasez de medios, el talento y la dedicación de nuestra diplomacia ha sabido anteponer con vocación su voluntad por encima de las limitaciones.
Vivimos un momento que exige el máximo de todos nosotros. Un momento que reclama la capacidad para generar respuestas instantáneas que, a su vez, se orienten a construir la visión de largo plazo que es esencial a la buena diplomacia. Ustedes están calificados para superar ese desafío.
Estimados funcionarios,
El Servicio Exterior es uno de los cuerpos mas calificados que tiene la República. La exigencia, la continuidad y la estabilidad son su base. Pero ese servicio requiere de un sólido espíritu de cuerpo que nos cabe a todos respetar. Ese espíritu de cuerpo es la mejor presentación que tenemos hacia la sociedad y los poderes públicos. No aceptare interferencias que lo perjudiquen. Estas, rara vez son espontáneas y siempre son negativas y siembran el desaliento. Hace muy poco tome la decisión inédita de que la Junta Calificadora fuese elegida por vosotros mismos. Estoy seguro que las responsabilidades han recaído en embajadores que serán garantía y custodio de vuestras mejores tradiciones. Depositemos en ellos nuestra confianza.
Deseo concluir con un comentario dirigido hacia los mas jóvenes, aquellos que egresaron recientemente y a quienes cursan ahora el Instituto del Servicio Exterior: ustedes y yo tenemos aquí y en este momento algo común para compartir. Esto es, ejemplo donde inspirarnos, voluntad de trabajar hasta el sacrificio y sobre todo, la confianza en la grandeza de la Argentina, sin la cual cualquier proyecto personal resultaría de realización imposible.
Muchas gracias.