Los años siguientes a la derrota del gobierno de Juan Manuel de Rosas en la batalla de Caseros en 1852 estuvieron signados por el desafío de construir un nuevo ordenamiento político y establecer un gobierno central. Con esta finalidad, las provincias argentinas se reunieron en el Congreso Constituyente en Santa Fe para sancionar una nueva Constitución Nacional en 1853. Buenos Aires no participaría en aquella convención, y optaría por sancionar su propio texto constitucional en 1854. Frente a ello, el proyecto de unidad nacional quedó fracturado en dos bloques: por un lado la Confederación Argentina, con sus trece provincias; y por otro, el Estado de Buenos Aires, que por entonces abarcaba la ciudad portuaria y los grandes campos de la provincia.
Éste factor condicionó fuertemente la dinámica y los alcances del régimen político en construcción de la Confederación, en el marco de una amenaza permanente de conflicto armado con Buenos Aires, que se mantuvo como Estado separado por casi diez años.
A pesar de esta ruptura, los gobiernos de la Confederación y Buenos Aires no abandonaron la perspectiva de la reunificación y realizaron diversos ensayos para alcanzarla, que oscilaron entre el enfrentamiento militar y la exploración de negociaciones más o menos directas. Entre estos intentos, se encontró la mediación diplomática del Paraguay en el conflicto, cuyos resultados condujeron a la firma del Pacto de San José de Flores el 10 de noviembre de 1859, y que decretaba la unificación de las dos repúblicas.
El Archivo Histórico de Cancillería alberga en su fondo documental esta extensa mediación, que estuvo a cargo de Francisco Solano López, rol que le fue otorgado por su padre y entonces presidente del Paraguay, Carlos Antonio López.
Las dos repúblicas: antecedentes del conflicto
En febrero de 1852 el gobernador de Buenos Aires, Juan Manuel de Rosas fue derrotado en la batalla de Caseros por una coalición liderada por Justo José Urquiza, y conformada por las provincias de Corrientes y Entre Ríos, la República Oriental del Uruguay y el Imperio de Brasil.
Luego del triunfo de Caseros, Urquiza procuró avanzar en una reformulación del Pacto Federal con el objetivo de conformar una nueva estructura nacional. Las negociaciones entabladas con los gobernadores se materializaron en el Acuerdo de San Nicolás, punto de partida esencial para la reunión de la Asamblea Constituyente que dictó la Carta de 1853.
Las tensiones crecientes entre la dirigencia porteña y el mando de Urquiza derivaron en la acción armada y la separación de Buenos Aires. El resto de las provincias decidieron aceptar el liderazgo del gobernador de Entre Ríos para llevar adelante la sanción de la Constitución de 1853, que organizó a la Confederación Argentina como república federal. Así, acataron 13 provincias, con la ausencia de Buenos Aires.
El proceso de construcción de la Confederación revelaría rápidamente enormes dificultades. El gobierno central se enfrentaba a serios problemas, ocasionados por la escasez de recursos y la debilidad de sus finanzas. A ello debe sumarse el enorme peso de la creciente deuda del gobierno, y el fracaso de instalar un sistema monetario unificado.
Entretanto, la situación de Buenos Aires era muy distinta. El control de la Aduana le permitió a la provincia llevar adelante transformaciones sociales y económicas de gran envergadura.
La guerra económica no tardó en dar paso a las armas. Los dos ejércitos se encontraron en Cepeda, el 23 de octubre de 1859. Las tropas porteñas, al mando de Mitre, cayeron derrotadas.
La victoria le concedió a Urquiza cierta ventaja para la negociación. Sin embargo, mostró una actitud moderada y no entró en Buenos Aires, sino que estableció su campamento en San José de Flores. Su intención era resolver rápidamente el conflicto.
La mediación paraguaya y el Pacto de San José de Flores
Ahora bien, ¿qué llevó a Solano López a intervenir en esta cuestión? ¿Cómo medió la diplomacia paraguaya?
Luego de Caseros, la Confederación argentina reconoció de inmediato la independencia del Paraguay y dio inicio a las relaciones diplomáticas oficialmente, cuestión que había sido demorada por Rosas. La separación de Buenos Aires y el inicio de la rebelión fue leída con preocupación por el país paraguayo, ya que una guerra en el Río de la Plata obstaculizaría el comercio y la navegación fluvial.
En consecuencia, Solano López zarpó de Asunción a bordo del vapor “Tacuarí” el 27 de septiembre y llegó a Paraná, la capital de la Confederación, el 5 de octubre. El general paraguayo había intentado mediar entre los contendientes poco antes de la batalla de Cepeda. Aún estaba en Buenos Aires cuando se supo la noticia de la derrota, y entonces volvió a proponer al gobernador Alsina las bases exigidas por Urquiza. Entre ellas se destacan la primera, que decía, sucintamente, "Integridad nacional"; la segunda, que prometía la revisión de la Constitución Nacional por el Estado de Buenos Aires, pero no antes de 1863; y la quinta, que promete no castigar a los responsables de la revolución porteña de 1852.
La mediación se encuentra en la Sección Confederación Argentina, y consta de un extenso expediente donde se aprecian notas de intercambio en formato caligráfico entre Solano López, junto con su Ministro de Relaciones Exteriores Nicolás Vázquez, y los representantes de la Confederación y Buenos Aires.
Poco después, el ejército de la Confederación acampó en el pueblo de San José de Flores, muy cerca de la capital. Allí se dirigieron los mediadores porteños: Juan Bautista Peña, Carlos Tejedor y Antonio Cruz Obligado. Por la Confederación, Urquiza nombró a Tomás Guido, Juan Esteban Pedernera y Daniel Aráoz.
De esta manera, el pacto de San José de Flores, firmado el 11 de noviembre de 1859, acordó el ingreso de Buenos Aires a la Confederación y dictaminó que ésta debía aceptar las reformas que Buenos Aires realizara a la Constitución.
En su informe Solano López manifestaba al canciller José Nicolas Vázquez:
“Es así como concluyó la mediación diplomática paraguaya en la Argentina evitando el derramamiento de sangre por un tiempo”. (Asunción, enero 5 de 1860)
Al respecto, la Memoria del Ministerio de Relaciones Exteriores de 1860 retrata:
“La República del Paraguay ha estrechado en estos últimos tiempos su amistad con la Confederación, por actos de recíproca benevolencia, consultándose por ambos países con elevación y lealtad, los intereses positivos de su tranquilidad, de su progreso y de su porvenir”
“Cuando la Confederación Argentina luchaba aún, ya declarada la guerra, con las dificultades de una situación tan violenta, acreditó cerca del Paraguay un Ajente diplomático encargado de una misión de circunstancias. Cambiada la situación de las cosas, el gobierno paraguayo ofreció su mediación, que fue aceptada en la cuestión con Buenos Aires. Nadie ignora el éxito completo de ese paso que ha ejercido tan benéfica influencia en la terminación de tan deplorable contienda”
Finalizado el mandato de Urquiza, fue electo presidente de la Confederación Santiago Derqui. Se declaró a Buenos Aires parte de la Confederación Argentina, otorgándole la potestad de examinar y proponer modificaciones a la Constitución Nacional, la Aduana pasaba a control nacional y se prohibía la relación diplomática entre Buenos Aires y otras naciones, materia que ya había suscitado inconvenientes diplomáticos, en especial con Francia y Gran Bretaña.
A su vez, en la misma caja, se encuentra un expediente que señala el secuestro del barco de vapor “Tacuarí” en las aguas del río Paraguay, por acción de Gran Bretaña. Este dato no es menor, ya que esboza un asunto acuciante del período al que nos estamos refiriendo: la libre navegación de los ríos interiores y, con ello, los mecanismos de negociación de tratados que se fueron ensayando para establecer sus límites y prerrogativas.
Al año, Solano López se convertiría en Presidente del Paraguay, tras el fallecimiento de su padre, Carlos Antonio López en 1862.
¿Fin del conflicto?
Con la sanción de las reformas de 1860 no se puso fin a la contienda: Mitre y los porteños incitaron las diferencias entre Derqui y su antecesor, que seguía siendo el comandante del ejército y había vuelto al gobierno de la provincia de Entre Ríos. Los liberales, aliados de Buenos Aires, lograron una serie de avances en las provincias del interior, obligando a Derqui a apoyarse cada vez más en Mitre y sus aliados.
Eso precipitó una segunda fase de la guerra civil, que comenzó con la victoria porteña en la batalla de Pavón. A continuación, el ejército porteño invadió las provincias federales del interior. Derqui presentó su renuncia, y la Confederación quedó disuelta.
Los gobiernos provinciales encargaron a Mitre normalizar las autoridades nacionales, y éste reunió un nuevo Congreso Nacional, en el que los federales fueron proscritos en casi todas las provincias. Poco después fue elegido presidente de la Nación, cargo que asumió en octubre de 1862.
Pese a las presiones de los porteños, Mitre decidió reconocer el texto constitucional aprobado en 1860, como así también las cláusulas del Pacto de San José de Flores. La nacionalización de la Aduana cerraría momentáneamente esta etapa de contiendas en el territorio nacional, aunque éste quedaría -en los hechos- bajo el dominio del gobierno porteño.
Por Florencia Coronel