Cada 2 de abril, los argentinos y las argentinas hacemos un alto en nuestras tareas para recordar y homenajear a nuestros compatriotas que dieron la vida defendiendo valientemente la soberanía sobre las islas Malvinas. También a aquellos que combatieron y llevan sobre sus cuerpos y sus mentes las indelebles huellas del conflicto armado. La deuda que Argentina tiene con los caídos, los veteranos y sus familias será para siempre y debemos seguir honrándola a través de la memoria, además de poner la capacidad del Estado para reconocer en términos concretos sus necesidades y atenderlas.
Sin lugar a dudas, uno de los principales caminos para demostrar el reconocimiento a su lucha es seguir peleando por los ideales por los cuales combatieron y murieron: el mandato constitucional de recuperar, siempre a través del diálogo y la diplomacia, la arrebatada soberanía argentina sobre las Malvinas.
El 2 de abril debe ser un día de recuerdo y homenaje. Pero también de compromiso. Compromiso de no bajar nunca la bandera de soberanía por la que pelearon nuestros jóvenes, de no volver a derramar sangre por este justo reclamo y de perseverar en el camino del diálogo con el Reino Unido atendiendo, según establecen las Naciones Unidas, los intereses de los isleños.
Porque, como dice nuestra Constitución: "La Nación Argentina ratifica su imprescriptible soberanía sobre las Islas Malvinas, Georgias del Sur y Sándwich del Sur y los espacios marinos e insulares (…) La recuperación de dichos territorios y el ejercicio pleno de la soberanía respetando el modo de vida de sus habitantes y conforme a los principios del Derecho Internacional, constituyen un objetivo permanente e irrenunciable del pueblo argentino".