Flora y fauna

Conservación de la flora y la fauna antárticas

Con el objeto de proteger la vida autóctona de la Antártida, está prohibido matar, herir, manipular y molestar a los animales o dañar la vegetación. Los peces se encuentran en el ámbito de una regulación particular, la Convención para la Conservación de los Recursos Vivos Marinos Antárticos (CCRVMA). Sólo los científicos pueden acceder a un sistema de permisos que ha establecido el Tratado Antártico. Así, por ejemplo, los biólogos autorizados estudian las colonias de pingüinos, en las que evalúan, entre otras cosas, el éxito reproductivo o la dieta de estos animales. El hecho de que otras personas no puedan interactuar de manera directa con la fauna permite a los científicos trabajar en un ambiente casi prístino, poco modificado por el hombre, situación infrecuente en el resto del mundo.

Otro aspecto importante de la protección de la fauna y la flora locales es la prohibición para introducir especies no autóctonas. Históricamente, se llevaron  al continente -en forma premeditada o involuntaria- diversos animales e, incluso, plantas. Un caso muy reconocido fue el de los perros, utilizados durante décadas para tirar de trineos. Con el tiempo, diversos estudios comenzaron a señalar que la presencia de animales provenientes de otras latitudes podría tener consecuencias negativas para la flora y la fauna locales. Entre los problemas detectados se encuentran el posible desplazamiento de las especies locales debido a la ocupación de sus hábitats por parte de especies invasoras que no cuenten allí con depredadores y la transmisión de enfermedades no presentes en la fauna antártica. Asimismo algunas especies foráneas podrían constituirse en depredadoras de las locales. Fue por eso por lo que, desde la entrada en vigor del Protocolo de Madrid, quedó prohibida la introducción intencional no controlada de especies no autóctonas, a la vez que las aún presentes debían ser retiradas, como los perros. Esto supone, por ejemplo, impedir la entrada de pequeños roedores o insectos en la carga de buques o aviones. La preocupación actual radica en que, debido al calentamiento climático, especies que actualmente no prosperarían en la Antártida podrían hacerlo bajo futuras condiciones de temperatura más benignas y afectar así a las especies locales. Otras cuestiones vinculadas a la protección de la fauna también han sido abordadas en los últimos años. Un ejemplo es la adecuada utilización de aeronaves cerca de concentraciones de aves y mamíferos, para lo que se formuló una serie de recomendaciones, que incluyen alturas y distancias mínimas de separación entre los vehículos y las colonias de animales.

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